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Pueblos fantasma y reacomodo minero en la sierra michoacana

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Son unos cien los kilómetros que separan la ciudad de Coalcomán de la ciudad de Colima, una distancia que se cubre más o menos en dos horas y media. Hace treinta años moverse entre estos dos lugares era un verdadero viaje de nueve horas, atravesando pueblos como La Cuchilla, Guadalupe del Cobre, Pantla y El Guayabo. Después de la realización de la carretera 110, de la inundación de la presa de Trojes y de veinte años de guerra entre el Cártel de Jalisco, los Zetas, la Familia Michoacana y los Caballeros Templarios, lo que queda de la vida que animaba estos lugares es un puñado de casas abandonadas, esparcidas en una naturaleza que paulatinamente volvió a recuperar su poder. Nadie visita estos pueblos fantasmas, nadie habla de su gente desplazada o asesinada y, sobretodo, nadie se preocupa de que el nuevo negocio que está surgiendo –la explotación incontrolada e ilegal de las minas– transforme los pueblos todavía habitados en otros cementerios de vivos.

Llegando a Villa Victoria

Estos lugares son preciosos y ricos de historia, pero al recorrerlos la atmósfera que se respira es espectral y la sensación de inquietud, constante. Hihuitlán, en el municipio de Chinicuila, es el último pueblo donde hay barricadas de autodefensas: de allí en adelante sigue siendo “tierra de nadie”. Un campesino de regreso de la milpa lleva a caballo su haz de mazorcas, se acerca y pregunta a qué venimos y a dónde vamos. Poco adelante, cerca de la palapa levantada el año pasado por los comunitarios, se encuentra la última de las primeras barricadas de Michoacán. Un macizo sigue bloqueando la carretera y un señor se sigue sentando frente de una cabaña. A la derecha quedan pedazos de lo que era una hacienda, los árboles han crecido en el adobe de los muros. El aire es inmóvil, el tiempo se ha parado. Ahora, como hace diez años, los comunitarios vigilan el pueblo, nos cuestionan, su solicitud no es una molestia sino una garantía de seguridad.

La ultima de las primeras barricadas
La ultima de las primeras barricadas

Casi nada se sabe de la historia de esta gente que en los primeros años del 2000, se enfrentó a los narcos que bajaban del cerro de la Morena, un lugar todavía infestado de criminales. Una vez más fueron las mujeres a encabezar esta resistencia que lastimosamente se perdió en la memoria de los demás. En ese entonces no había cuernos de chivos o rifles, las únicas armas eran las escopetas usadas para proteger el ganado y que además fueron tomadas sólo después del asesinato de don Vicente Virgen Cerillos, padre del actual presidente municipal de Chinicuila y hombre valiente que desafió los cárteles. En comparación con el ruido mediático que se desató en los últimos dieciséis meses, después del levantamiento armado de Tierra Caliente, la lucha de este rincón de Michoacán pasó totalmente desapercibida. Y tal vez fue por la falta de armas largas o por tratarse de la rebelión de un ejido donde no hay limoneros, aguacateros o ganaderos, pero ni una palabra fue dedicada a estos campesinos que con piedras y palos bloquearon las carreteras y lograron sacar los traficantes. O tal vez fue porque parece que en esta tierra haya nada menos que petróleo y para explotar los hidrocarburos no sólo es conveniente sino casi necesario que los territorios donde se encuentra el precioso líquido sean lo más vacío posible. Cualquiera que haya sido la razón, los habitantes del ejido de Barranca Seca fueron dejados solos y si por un lado su lucha logró sacar al cártel del Milenio y a los Zetas, por el otro no pudo detener la avanzada de los Templarios. El resultado es que donde hace diez años había movimiento, resistencia y vida hoy sólo hay fantasmas.

Pantla
Casas abandonadas rumbo a Pantla

Pantla pertenece al municipio de Coalcomán y aparece a nuestra derecha después de una media hora de camino de Hihuitlán. Cuarenta y siete casas desiertas nos reciben en un silencio tumbal, sólo un perro ladra detrás de una reja herrumbrosa. Aquí hay dos casas habitadas, no se ven ni mujeres ni niños, no se escuchan ruidos, sólo están dos hombres descargando un carro de leña. Padre e hijo contestan rápido, mirando en otro lado, dice que se quedaron en el pueblo a pesar de que todos se fueron y siempre estuvieron “muy a gusto”. No queda claro cual sea el gusto de vivir solos en un pueblo abandonado al descuido del gobierno y a la furia del narco, lo que sí queda claro es que no quieren hablar más.

El guayabo
El guayabo

El Guayabo, el segundo pueblo fantasma, se encuentra a otra media hora de camino, costeando milpas quemadas y campos de pasto seco. Las casas en ambos lados de la única calle se ven vacías, las ventanas rotas, también las que tienen ropa tendida en el patio son solas y obscuras. Dos personas se percatan de nuestra presencia, un señor sentado en la plaza, solo, y una señora que se para en la puerta de su casa, sin ni siquiera pasar el umbral. La cancha de basketball está abandonada, la escuela clausurada.

A unos quinientos metros de distancia está Ahuijuillito, el tercer pueblo. Nos paramos, bajamos del carro, tomamos fotos. Una señora con un niño aparece de la nada y hacia la nada se va, contestando a la única pregunta que alcanzamos dirigirle cuando ya está lejos: de las veinte y cinco casas del pueblo sólo cuatro están habitadas. Los árboles han invadido los jardines, una cubierta que hace tiempo fue el columpio de algún niño pende de una rama seca. La puerta de la iglesia está serrada, pero no tiene candado. No la forzamos por respeto al único lugar que quizás quede sagrado en un pueblo que exhala desolación.

Don Jesus
Don Jesus

Don Jesús García Martínez se levanta de su hamaca cuando ya estamos a punto de salir, saluda contento de recibir una visita inesperada y cuenta que son tres años que está viviendo solo con su perro, él y otras tres familias, dos viejitos que viven al fondo de la calle y los habitantes de dos casas más abajo. Nadie que pueda manejar un carro, nadie que pueda contactarse con el “mundo externo”, el único enlace es el señor que cada lunes a las nueve de la mañana pasa a vender tortillas. Hace diez años había mucha gente, recuerda don Jesús, pero luego todos se fueron, quien a otro lado, quien a “otro mundo”. Hasta acá llegaron los Templarios, con sus masacres indiscriminados, a sembrar muerte donde sólo había campesinos que sembraban maíz.

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Ahuijuillito

Si todo el estado es considerado un territorio estratégico, estos cerros que se extienden entre Michoacán, Jalisco y Colima lo son aún más: la riqueza minera del subsuelo, la presencia de la preciosa madera sangualica en los bosques, la cercanía con la costa michoacana y el puerto de Manzanillo, la posibilidad de moverse fácilmente entre los tres estados colindantes, hacen de esta parte del municipio de Coalcomán un botín cautivador para el crimen organizado. También aquí existe la sospecha de que las matanzas no sólo se debían a enfrentamientos entre bandas rivales del narco, sino que éstas sirvieron como una medida para vaciar el territorio de sus pobladores.

«Cuando trabajaban en Puerta de la Mina, sacábamos costales de animales muertos de nuestro territorio, los peces flotaban sin vida y hasta se murió un niño que vivía en las orillas del río, después de una enfermedad de qué nunca se aclaró el origen. Yo mismo, cuando era niño, tenía manchas en la piel por bañarme en estas aguas, que antes eran puras y limpias», recuerda un hombre originario de Tepamillo, municipio de Chinicuila. Y agrega: «ahora, después de casi treinta años, la naturaleza apenas empieza a recuperar su forma originaria, pero escuchamos que quieren reactivar los trabajos y empezar otra vez con la contaminación». Al acercarnos a la mina, y preguntando en las comunidades alrededor, resulta que la reactivación de La Minita es más que un rumor.

La Minita - Guadalupe del Cobre
La Minita – Guadalupe del Cobre

Los habitantes de Guadalupe del Cobre, en una reunión convocada por el Concejo para el Desarrollo de Coalcomán –organización recién nacida y conformada por ciudadanos del municipio que, independientemente de las autodefensas, buscan reorganizar la sociedad coalcomanense– denunciaron que desde hace unos meses se volvieron a ver camiones llenos de tierra y expresaron la inquietud de saber quien estaba explotando su territorio.

Una mirada hacía la minería en Coalcomán

La publicación Panorama Minero del Estado de Michoacán, de julio de 2013, editada por el Servicio Geológico Mexicano, informa que la historia de la minería en Coalcomán remonta a 1807, cuando en este municipio fue establecida la primera fundición de hierro y acero en la América hispánica. Después de una interrupción de los trabajos debida a la guerra de la independencia, en 1823 el Gobierno se vio obligado a suspender la ley que prohibía al capital extranjero trabajar las minas y –en el contexto de disputa entre ingleses y alemanes para controlar la actividad minera– se empezaron a llevar a cabo exploraciones para investigar las manifestaciones minerales en localidades como El Cobre, El Tabaquito y La Guadalupe.

Desde los años 50 del siglo XX fueron muchas las compañías que aprovecharon de la riqueza del suelo coalcomanense: Minerales de Puebla, Minerales de Colima y Compañía Minera Peñoles entre otras. En julio de 1994 la unidad suspendió las operaciones por agotamiento de los metales y después de veinte años, a mediados de 2006 la Pacific Barite Corporation S.A. de C.V., con sede en Zimapán, Hidalgo, reinició la explotación por barita en La Minita y la exploración del Tabaquito.

La fuente de esta información, una tesis de 2013 para el Programa de Postgrado en Ciencias de la Tierra de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), declara que en los últimos años se realizaron trabajos de explotación de forma intermitente. Lo que no dice es que estos trabajos fueron realizados por Los Caballeros Templarios. Este detalle se dio a conocer después del levantamiento de las autodefensas, con el cual se logró que los bienes extorsionados fueran entregados a sus legítimos propietarios. En este caso, la mina correspondería a Erick Marte Rivera Villanueva, diputado federal del Partido Acción Nacional (PAN) y fundador de la Barite Pacific Corporation. Hace tres semanas, tras años de silencio, el panista cuestionó a Rafael García Zamora, presidente municipal de Coalcomán, sobre la supuesta explotación de sus terrenos por parte de los comunitarios.

La Minita
La Minita

En La Minita no hay evidencia de la presencia ni de esta compañía ni de otra. Las veredas son cuidadas, libres de árboles o ramas caídas y el material rocoso parece recién revuelto. Pero las instalaciones se ven abandonadas y el sitio desierto. En cambio, existe un sitio minero ubicado en las laderas del cerro, a unos diez minutos de distancia, que no tiene nombre ni indicación de pertenencia pero que está en plena actividad. Nada indica que la actividad sea llevada a cabo por la Pacific Barite Corporation y la mina no corresponde a las imágenes de la página web de la empresa. 23_fantasmas_VVB_LRLos pobladores de Guadalupe del Cobre, sin embargo, aseguran que no hay otras minas y que toda esta región, antes trabajada por los Templarios, está siendo nuevamente explotada. Su pregunta sigue sin respuesta: ¿quién está rascando las paredes de Puerta de la Mina? Tal vez en esta respuesta está un primer indicio de los nuevos poderes que intentarán controlar los intereses empresariales de la región en este reajuste del damero michoacano post-autodefensas.

Las razones son las de siempre: la lucha continua en Michoacán

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En Cherán –el pueblo de la meseta p’urhépecha que fue el primero en enfrentar a un cártel del crimen organizado en Michoacán– los festejos para el tercer aniversario del levantamiento comenzaron desde el viernes 11 de abril y hasta el día 16, todavía no se habían terminado. Han sido días de música y fiesta, pero también de reflexión y memoria, con el recorrido de las fogatas y las denuncias de las mujeres que no nos permiten olvidar donde estamos y cómo se lograron estos resultados. A pesar de los rasgos de idealización que esta lucha empieza a tomar, en las palabras de algunos visitantes, Cherán nunca ha sido el paraíso, y sigue sin serlo: todos sus logros son el fruto de un trabajo incansable y de un esfuerzo constante de su población.

Cheran: un pueblo que lucha por la justicia y contra la impunidad
Cheran: un pueblo que lucha por la justicia y contra la impunidad

Sin embargo, saliendo del pueblo y agarrando la carretera rumbo a Uruapan, ya a la altura de Paracho es muy difícil resistir a la tentación de considerar esta comunidad, si no como el paraíso, por lo menos como una isla de paz en la tempestad michoacana.

Nuestro destino es la región de Tierra Caliente, el centro neurálgico de las autodefensas michoacanas. Para entender la importancia estratégica de la zona es suficiente recordar que lugares como Tepalcatepec, Buenavista Tomatlán, La Ruana, Apatzingán y La Huacana son los pueblos natales de personajes como Juan Manuel Mireles, Simón o El Americano, Hipólito Mora, el padre Gregorio López, Uriel y Juan José Farías, Estanislao Beltrán y Miguel Ángel Gallegos Godoy, entre otros. Aquí surgió el movimiento el 24 de febrero de 2013, aquí cambió su status por primera vez con los acuerdos de Tecalpatepec el 27 de enero de 2014 y un sentir común indica que aquí se podría acabar, el 10 de mayo de 2014. Esta es la fecha establecida por el gobierno para que los grupos de autodefensa entreguen las armas. Precisamente por eso estamos en camino, para escuchar la voz de los que desde hace más de un año están combatiendo el crimen organizado, logrando resultados que el gobierno no alcanzó en décadas de supuesta guerra contra el narcotráfico; ahora, el gobierno federal nuevamente, ve estos esfuerzos como una mera cuestión de uso de armas. La entrega de las armas amenaza con quitarles la única medida con la cual, no sólo siguen avanzando, sino con la cual conservan la vida.

Paracho, territorio no liberado
Paracho, territorio no liberado

Hay también otra razón por la cual decidimos recorrer esta carretera, había que pasar por los territorios que aún son inseguros: Paracho, Capacuaro y Uruapan; los pueblos que siguen, desde San Juan Nuevo hasta Apatzingán, resultan parte de los 20 municipios liberados o definidos como “abandonados” según un artículo publicado por Milenio el mismo día en que nosotros decidimos viajar. Que los retenes y las barricadas hayan quedado vacías mientras el doctor Mireles anuncia los acuerdos para un eventual desarme, no es una noticia cualquiera.

Llegando a San Juan Nuevo, la primera señal de que el pueblo está liberado no es la atmósfera de fiesta alrededor de los castillos del Señor de los Milagros sino la cantidad de efectivos de la policía federal que circulan por las calles al lado de las autodefensas. Esta será una constante: de la meseta p’urhépecha a Tierra Caliente, en los pueblos controlados por los comunitarios la presencia de la policía federal y del ejército es masiva; por el contrario, en los territorios que todavía quedan bajo el control del cártel no hemos encontrado a ningún funcionario de la seguridad pública. Allí los pueblos siguen vacíos, las tiendas cerradas, los muros anunciando conciertos de narcocorridos que nadie se ha atrevido a borrar. Frente a este panorama, es casi imposible no preguntarse cuál es el objetivo real del control gubernamental, si los Caballeros Templarios o el pueblo michoacano.

Los castillos de San Juan Nuevo
Los castillos de San Juan Nuevo

El movimiento sigue firme. Saliendo de San Juan Nuevo nos retienen y controlan en las barricadas de La Soledad, Aguacate Norte, Autolata, a la entrada y salida de Tancítaro, de Los Fresnos, Palo Picado, Pareo y Buenavista Tomatlán. Creíamos haber dejado las fogatas en Cherán, pero esta “gira nocturna” nos revela que el fuego de la resistencia arde en todo Michoacán, que la necesitad de seguridad sigue siendo muy fuerte y que las autodefensas siguen cumpliendo con un papel que ni siquiera les tocaría pero que asumen con ánimo y de una forma comunitaria.

A pesar que es ya muy tarde, en una de las barricadas del municipio de Tancítaro nos dedican el tiempo para una larga conversación que después de un reservado inicio se hace paulatinamente más relajada. El tema principal es el desarme, el tema está creando confusión y desconfianza no sólo hacía el gobierno que lo propuso sino también hacía el doctor Mireles quien lo está abordando. Quienes permitieron la entrevista se dicen dispuestos a conceder el beneficio de la duda para este plan, el cual, en una reunión del Consejo General se planteó también como una estrategia para legalizar las autodefensas y limpiarlas de los “arrepentidos” (aquellos que pertenecieron al crimen organizado pero que decidieron cambiar el rumbo de sus actos oportunamente). De hecho en las barricadas no se habla de desarme sino más bien de registro y legalidad. Sin embargo, hay muchos aspectos que no quedan claros, por ejemplo, de dónde viene la certeza de que los “arrepentidos” irán a registrarse como guardias rurales si ya saben que serán detectados y posiblemente detenidos; o como el estado piensa cumplir en menos de un mes con las condiciones establecidas por las autodefensas, es decir la liberación de los detenidos, el restablecimiento del Estado de derecho y la limpieza total de Michoacán.

Por primera vez escuchamos la noticia de la creación de otro cuerpo de policía, pagado por los productores de aguacate y por el municipio y conformado por 90 elementos, de los cuales 45 ya tienen una semana de capacitación. Una diferencia considerable, sobre todo en lo referente a la composición actual del movimiento, es que todos los comunitarios entrevistados no dudan en definir a las autodefensas como “pura gente del pueblo”, voluntaria, que invierte dinero propio para garantizar la seguridad de sus familiares.

 

Autodefensas Tancitaro
Autodefensas Tancitaro

“Todos somos gente del pueblo que cada día vamos a trabajar y que cuando le toca asume la tarea de estar en la barricada. No somos gente que se dedica nomás a esto, el día que nos toca vamos a cuidar y al otro día regresamos a nuestro trabajo, y quien no pueda manda a alguien que venga a cubrirlo, pagándole los gastos”. Gastos que, según nos cuentan en otra barricada, se acercan a los 700 pesos diarios, considerando gasolina, comida y el dinero que se pierde al no presentarse al trabajo. Sería interesante conocer el pago de este nuevo grupo armado que se supone entrará en servicio bajo el resguardo del plazo fijado para el 10 de mayo, aunque los comunitarios afirman desconocer toda información más detallada, cuándo y de qué manera entrará en funciones, cuál será su exacta naturaleza y si acompañará a los rurales o pretenderá sustituirlos.

Si este es el nivel de información proporcionado a los pueblos, es decir, la gente que a la una de la mañana cuida una barricada en medio de la nada, no asombra que todo el tema del desarme esté envuelto en la sospecha de que se trate sólo de una maniobra gubernamental para controlar un movimiento que empieza a tener una verdadera fuerza social y que supo enlazar comunidades indígenas y mestizas de las diferentes regiones del estado.

Este es otro punto: el discurso alrededor del desarme ha puesto otra vez la atención en las armas ocultando a las personas, como si la dicotomía legal-ilegal fuera más importante que vivos o muertos y, sobre todo, como si no se estuviera dando en Michoacán este proceso de reconstrucción del tejido comunitario el cual sigue siendo el respaldo más fuerte del movimiento de autodefensas.

Para quitarnos la duda de que las barricadas sean activas sólo por la noche y profundizar el tema, dos días después regresamos por la mañana. En todos los retenes que, desde Buenavista, suben hasta Tancítaro, somos recibidos por grupos de voluntarios que están pasando el viernes santo a lado de una carretera en vez de estar lado de sus familias. Sus rostros cubiertos confirman que la desconfianza ha vuelto entre esta gente que lleva recuerdos de muerte tan frescos y heridas tan profundas.

Hace apenas un año, en el arco de la entrada que hoy nos da la bienvenida a Limón de la Luna, se encontraron seis cuerpos colgados y entre ellos lo de una mujer embarazada, sobrina de un integrante de las autodefensas recién levantadas. Testimonios de la furia templaria, como este, los escuchamos tres veces en el lapso de tres horas, son los que nos hacen preguntar como podrán estas personas aceptar quedarse nuevamente indefensas en el caso que se reciba la orden de entrega de las armas. De hecho ellos dicen que no podrán.

Apo del Rosario
Apo del Rosario

A la entrada de Apo del Rosario, en la primera barricada que encontramos, los comunitarios al principio se negaron a hablar, sugiriendo que nos dirigíeramos al Concejo Ciudadano de Condembaro. Al fin contestan y hablan de un movimiento mucho más organizado, mucho más de base de lo que se está contando. En cada municipio hay un representante y en cada pueblo un comité, en cada comité se encuentran veinte grupos formados de veinte personas, más o menos, todos con su comandante y equipo. No es necesario hacer cuentas exactas para entender que estamos hablando de mucha gente, y toda con la misma postura: “aunque Mireles diga que sí, si el municipio de Tancítaro se niega no se las entregan, para que no vaya a empezar otra vez que se escuche que han levantado o desaparecido a tal persona”.

Son temores concretos los que están detrás del rechazo a este acuerdo, el pueblo se siente expuesto a la venganza del cártel y siente que en el caso de que se dieran nuevamente estas condiciones de inseguridad, los funcionarios públicos no estarían de su lado, razón por la cual tampoco quieren registrarse como guardias rurales. La confianza en una posible colaboración con el gobierno, situación que se respiró en estas tierras por un breve tiempo a principios de 2014, ha sido substituida por una prudente observación de los acontecimientos. Lo único en que no cabe duda es en que el movimiento no se va a parar: “Seguiremos con patrullas. Si este se hecha por abajo, uno desde adentro [de los pueblos] puede estar cuidando. Todo se mueve por los radios, puras esquinas, orillas, recorridos, si hay una camioneta desconocida, o si se mira gente armada, uno se entera por el radio y en un rato se mueve la gente”.

De hecho tuvimos la oportunidad de averiguar como “todo se mueve por el radio” cuando en la barricada siguiente encontramos un comunitario esperándonos con una lista de preguntas acerca de nuestra procedencia e intención. Superado el examen, y con la prohibición de grabar y fotografiar, los comentarios aquí se hacen más fuertes: “si el gobierno viene, se levanta todo Tancítaro con sus 82 comunidades […]porque no somos un grupito sino todo el pueblo y nadie está de acuerdo con la entrega de las armas. El gobierno necesita destruir todo Tancítaro para quitarnos las armas”.

El Comunitario Mayor de la barricada de Tancitaro
El Comunitario Mayor de la barricada de Tancitaro

Las razones son las de siempre: el hartazgo de llorar muertos, de buscar desaparecidos, de aguantar atropellos; el deseo de conducir una vida libre, la determinación a proteger sus propias familias para que “no vuelva a pasar que te levanten a tu hija y te la regresen en pedazos, aventándotela en los pies”. Los actos criminales de los Caballeros Templarios todavía no se han acabado en el estado, pero en los territorios liberados las palabras de las autodefensas ya suenan como un “nunca más”. Y a la indignación por la incapacidad del gobierno se suma la denuncia en contra de la policía federal, la cual no estaría dejando que el movimiento limpie la ciudad de Uruapan. “En el centro de Uruapan hay templarios, nosotros ya tenemos las casas ubicadas pero están resguardados por el mismo gobierno que no nos deja entrar. Dejaron pasar una marcha sin armas pero a nosotros sólo nos dejaron llegar hasta las orillas”.

Las denuncias siguen siendo las de siempre. Si al principio los entrevistados responden con cuidado, mostrando una postura casi conciliatoria, sus verdaderos sentimientos no tardan mucho en aflorar. La colusión del gobierno, el silencio pagado de la prensa, la complicidad de la seguridad pública han sido tan descarados en Michoacán que es impensable que la población cambie su visión de un día a otro. Lastimosamente no parece ser necesario, porque los comunitarios afirman que los únicos cambios que se han dado en el Estado son mérito de las Autodefensas, porque “el gobierno ni siquiera ha cumplido con las tareas más sencillas, como entregar ‘el alta’ a los que se han registrado, sino que se ha limitado a tomar nota de sus datos y del número serial de sus armas”.

Una vez más escuchamos a la población de Tierra Caliente denunciar que a pesar de los logros la lacra de la estructura templaria sigue intacta, intactos sus vínculos con la política y sus enlaces con la fuerza pública. El estado no está limpio, Tierra Caliente no está limpia. Al escuchar que el 10 de mayo se darán las condiciones de seguridad para que las autodefensas se retiren, a los comunitarios les parece escuchar una vez más el refrán de los últimos diez años, cuando “todo iba bien, pero luego uno se quedaba con el ojo cuadrado cuando venía por acá y veía cuerpos descabezados y descuartizados que aparecían en las calles”.

La cuestión del desarme tiene que ver con el control del movimiento y el intento de desprestigiarlo, mientras, por otro lado se dibuja la imagen de un Michoacán que no corresponde a la realidad. Las autodefensas esperan, observan y siguen en su trabajo. La mejor manera de vigilar que sigan bien no es atacarlas o desarmarlas sino cuidar de ellas.

La rivoluzione meticcia

È passato più di un anno da quando nel febbraio 2013 i cittadini dello stato messicano di Michoacán si sono sollevati in armi dichiarando guerra al Cartello dei Cavalieri Templari. Nel mese di gennaio 2014 sono stati firmati nuovi accordi con il governo; in febbraio si è festeggiato il primo anniversario delle Autodifese; all’inizio di marzo è stato abbattuto il leader templario Nazario Moreno González e alla fine dello stesso mese è caduto Enrique Plancarte Solís, altro esponente di spicco del cartello. Nel frattempo alcuni integranti del movimento sono stati arrestati, altri circolano a piede libero nonostante i riconosciuti legami col narcotraffico, il dottor Mireles, presidente del Consiglio delle Autodifese di Michoacán, percorre lo stato in lungo e in largo rilasciando dichiarazioni contraddittorie e capeggiando gli ultimi operativi prima del 10 maggio, la data fissata dal governo per il disarmo dei civili. Quel che doveva fare notizia l’ha fatta, Michoacán è pronto per tornare nell’oblio. Chi non è pronto però è il movimento civile, sia armato che non. Perché nessuno ne parla ma in Michoacán tutta la società si è sollevata, non solo le Autodifese.

Il potere delle armi è subdolo, dopo giorni trascorsi tra Kalashnikov, AR15, fucili e pistole ci si sorprende a non avvertire più la loro presenza bensì la loro mancanza, quando ci si allontana. Le armi offuscano la realtà, modificano le percezioni, in Michoacán la loro diffusione massiccia ha permesso ai comunitari di potersi finalmente difendere dalla violenza dei Templari ma ha al tempo stesso oscurato il processo pacifico di ricomposizione sociale che la liberazione del territorio sta portando con sé.

Fin da quando le Autodifese hanno mosso i primi passi, le armi si sono rivelate perfette per manipolare l’immagine del movimento. All’inizio la loro quantità e provenienza è stata indice di alleanza con altri cartelli; in un secondo momento il loro costo è diventato prova di finanziamenti occulti; adesso un eventuale rifiuto di consegnarle si tradurrà in illegalità. In proporzione, il rilievo dato al lavoro svolto in questi quattordici mesi dai Consigli Cittadini, i gruppi di uomini e donne disarmati che con la protezione di alcune Autodifese hanno iniziato a rivendicare i propri diritti e a reclamare la propria autonomia dalla politica corrotta, risulta nullo. Come se non si fossero mai tenute le decine di assemblee nelle comunità della Costa o le varie riunioni nei municipi della Tierra Fría e Caliente. Solo armi.

Michoacán è uno stato in cui politica ed economia sono da decenni in mano ai cartelli del narcotraffico, ma non è l’unico in Messico. Per il governo è controproducente che si sappia che a lato delle Autodifese armate esiste anche un movimento sociale pacifico, senza logo né leader ma che riunisce indigeni e meticci in un progetto comune. Il modello delle Autodifese si sta già espandendo, esperimenti simili sono apparsi in stati come San Luís Potosí o Puebla; lo stato centrale non può rischiare che si espanda anche un modello di collaborazione tra comunità originarie e meticce.

Nella nutrita collezione di insurrezioni messicane negli ultimi vent’anni sono state prevalentemente quelle indigene a richiamare l’attenzione, dentro e fuori dai confini nazionali, una per tutte la zapatista del ’94. In un momento non dato si è poi diffuso il luogo comune che i meticci abbiano smesso di ribellarsi, perché non hanno più fiumi da proteggere o terre da recuperare, perché continuano a inseguire un American dream fuori tempo massimo, perché sono divisi, agiscono con la logica individualista delle società a cui aspirano, non hanno usanze e tradizioni che li uniscono. Stereotipi che la solidarietà internazionale ha avvallato, preferendo dedicarsi a sostenere resistenze antropologicamente più rilevanti. La fiammata di interesse suscitata dalla nascita delle Autodifese si è già spenta, dei riflettori puntati sullo stato sono rimasti accesi solo quelli che illuminano i politici e i leader dei gruppi armati, la gente comune torna ad essere sola. Con la differenza però che ha smesso di avere paura e non è più disposta a tornare ad averne.

La regione di Tierra Caliente è una delle più problematiche dell’intero stato. In una pulizia del territorio che ha assunto i tratti della guerra di quartiere il luogo d’origine degli attori in scena è fondamentale, e municipi come Tepalcatepec, Buenavista Tomatlán, Apatzingán e La Huacana, sono anche le città natali di personaggi come Mireles, Estanislao Beltrán, Simón el Américano, Hipólito Mora, Uriel e Juan José Farías e Miguel Ángel Gallegos Godoy. Tutti sono parte delle Autodifese ma non tutti sono liberi dal sospetto di star giocando una doppia partita. In Tierra Caliente si conoscono le storie private di questi personaggi pubblici, i loro interessi familiari, le parentele. “La gente sa, da una parte e dall’altra” ripetono i comunitari anonimi delle barricate, quelli la cui voce non viene quasi più registrata, quelli che se saranno disarmati saranno uccisi. Perché se è noto che all’interno del movimento si sono infiltrati ex narcotrafficanti “pentiti”, è altrettanto risaputo che non saranno le loro teste a cadere sotto la vendetta templaria, nel senso più letterale dell’espressione. Un disarmo di massa, tanto più se accompagnato dalla possibilità per i leader del movimento di rimanere armati, non è la soluzione per ripulire le Autodifese. Semmai è la soluzione per eliminarle, e con esse eliminare anche il processo di riorganizzazione sociale ed economica che è nato sotto la loro protezione.

Dall’esterno lo scenario dipinto dai comunitari può sembrare apocalittico, esagerato il loro utilizzare parole come mattanza o colpo di stato. Ma la prima è ciò a cui sentono di andare in contro se il governo deciderà di disarmarli; il secondo è quello che si dicono disposti a fare pur di non rimanere indifesi di fronte alla furia dei Templari, pur di non assistere nuovamente a quelli che ora sono racconti scioccanti ma poco più di un anno fa erano fatti quotidiani. Donne violentate e uccise, giovani decapitati, ragazze incinte impiccate per rappresaglia, quello che si ascolta nelle nove barricate tra San Juan Nuevo e Buenavista Tomatlán e nelle cinque tra Buenavista e Tancítaro è un unico racconto dell’orrore. E di fronte alla collusione del governo e delle forze dell’ordine si fanno strada concetti come autonomia politica, polizia comunitaria e organizzazione orizzontale. Chi ha interesse ad alimentare la dicotomia “indigeni ribelli-meticci indifferenti” ha ragione a temere, perché le parole pronunciare da queste bocche meticce suonano incredibilmente indigene.

Il movimento delle Autodifese michoacane è ben lontano dall’essere perfetto ma sono migliaia le persone che vi hanno aderito spinte da una reale volontà di cambiamento. Il dialogo e la coordinazione tra le comunità indigene e quelle meticce è un fatto storico a cui non è stata data alcuna rilevanza e che rischia di essere eliminato prima che possa dare qualunque frutto. Il Messico che non vuole più essere in “via di sviluppo” non può permettere che all’insubordinazione delle aree a maggioranza indigena si aggiunga la ribellione dei narcostati a maggioranza meticcia. Michoacán è una polveriera che può essere detonata in diverse maniere e con un numero variabile di vittime, e i suoi abitanti chiedono solo che non ci si dimentichi di loro, mentre aspettano la prossima mossa del governo, o dei cartelli.

La pirámide del estatus y el culto templario

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Ella, unos 15 años, jeans ajustados y playera negra, lo mira desde abajo del escenario. Él, unos años más, un cigarro en la mano izquierda, mientras con la derecha acaricia un cuerno de chivo, le sonríe desde arriba, balanceándose de un pie a otro. Mientras tanto, Simón El Americano, líder de las autodefensas que patrullan Buenavista Tomatlán, habla de la organización de la fiesta para el aniversario del levantamiento. Cuando la reunión se acaba, y las filas de los guardaespaldas se rompen, los dos se acercan, movimientos y miradas parecen las de cualquier pareja, coqueteando en cualquier placita, en el centro de cualquier pueblo. Sin embargo, sus palabras y su cortejo se dan con un chaleco antibalas de por medio.

El contexto en el cual los dos muchachos se encuentran no tiene nada que ver con una situación cualquiera. La vida sigue, el hombre se adapta, eso es cierto, pero ¿podemos dejar de estremecernos frente a esta normalización de la violencia que se vuelve el telón de fondo para la vida cotidiana de los habitantes de Tierra Caliente? Lo que observamos no es una representación romántica de “el amor en los tiempos de las autodefensas”. Es uno de los resultados de años de violencia, de la Narcocultura, de armas que circulan a los cuatro puntos cardinales de Michoacán, cambiando tan rápidamente de cargador como de dueño.

¿Cuándo pasó esto? ¿en qué momento la sociedad michoacana se volvió cuña para códigos de muerte? A lo largo de los días recorridos por una de las regiones más estratégicas en esta guerra entre población y crimen organizado, hicimos esta pregunta a diferentes actores de la escena. Sus respuestas nos reorganizaron un panorama complejo, donde las vicisitudes económicas de un área muy productiva se entrelazan con la influencia de un culto sectario basado en la afirmación personal y el poder de las armas.

Curiosamente –o no– los personajes más vistosos del movimiento de autodefensas, el doctor Mireles, Hipólito Mora, el padre Gregorio –Goyo– López, no se detuvieron mucho a hablar de cómo se dio este enlace tan fuerte entre el cártel y la población. En sus palabras, la perspectiva económica prevalece sobre la social. Esto sin incluir a Simón, El Americano, quien tiene una perspectiva aún más lejana y enfocada en lo militar.

Entrevistamos al doctor Mireles al día siguiente de la celebración del aniversario del levantamiento en Tepalcatepec. Los rasgos de las autodefensas toman forma en las palabras de quien, no por casualidad, es el presidente del Concejo General. Su voluntad conciliatoria aunque firme, nos deja entender que el movimiento no va a parar. Al cuestionarlo sobre el germen que permitió a la infiltración criminal tener tanto éxito social, nos habla del despojo del Valle de Tepalcatepec por parte de los narcos que, para obtener el control del territorio, mataron, secuestraron y violaron, paralizando a la sociedad a través del miedo y la desconfianza.

Esto es cierto, el temor por la vida propia y de los familiares fue un ingrediente fundamental para que la sociedad aceptara el poder del cártel. Pero no se trató sólo de una aceptación por causas de fuerza mayor, sino de una relación mucho más cercana, sobre todo con los jóvenes, excitados por las fiestas y los narcocorridos; fascinados por los símbolos del poder de toda esta parte del “mundo del narco” que todavía no dejamos de preguntarnos si vale la pena definir como cultura. Y si Mireles nos contesta hablando de productividad y miedo, Mora nos habla de descuido gubernamental y falta de recursos, mientras el padre Goyo identifica desocupación como causa de todo mal.

Tania en cambio, la mujer que nos abre las puertas de su casa y nos acompaña en los días de visita en Tepeque, tiene un discurso impactante y sencillo. Su lema es «el narco es el síntoma, el gobierno la enfermedad» y su visión de la contaminación de la sociedad es diferente, más humana, más amenazante, porque no tiene que ver sólo con las condiciones económicas sino con el futuro de una generación.

La cultura del narco está muy arraigada, […] hay jóvenes que han crecido viendo a sus padres ser narcos y que salidos de la secundaria no quieren seguir estudiando porque quieren hacer lo mismo, para tener cosas de lujo. Otros ven a los narcotraficantes como ídolos, algunos adoran a los narcos, cuando estaban aquí los Templarios, los sicarios eran unos dioses para los chamacos y era muy fácil cooptarlos.

Por eso ella ve tan urgente que las autodefensas se volteen a lo social, y que lo social ya no dependa de las autodefensas, porque el poder de las armas tiene que ser medido de nuevo y los valores de una sociedad entera reevaluados.

Fue hablando con personas como ella que escuchamos lo que la prensa, ocupada en buscar las fotos de R15, no nos cuenta. Las historias de cada día que, juntas, nos restituyen el panorama general de una vida al lado de los narcos, desde el punto de vista de quien la vivió.

Tomás nos recibe en el patio de su casa, nos sienta en círculo e inicia una larga plática que nos dejará a todos calladitos, mirándonos los unos con los otros sin saber que desear de esta tierra, caliente de nombre y de hecho. La historia de cómo los narcotraficantes «ganaron los corazones y las mentes» de los habitantes de este territorio empieza desde lejos y, como siempre, tiene una raíz económica.

Todo empezó en los años 50, cuando se dio el primer reparto agrario con la formación de nuevos núcleos urbanos, como La Ruana, fundada en 1959 por el General Cárdenas al reunir cuatro distintos ejidos dentro de la Comisión de Tecapaltepec. De ese momento en adelante, con el trabajo de la gente originaria del territorio y de los nuevos pobladores procedentes de Jalisco, Guerrero u otros municipios de Michoacán, y gracias a la creación de un sistema de riego agrícola y de presas, empezó para esta región un periodo de prosperidad que vio su auge en los años 70 y 80.

Sin embargo, a raíz de que terminó lo que se conoce como el periodo revolucionario del PRI y al termianr la administración de López Portillo (1976-1982) para comenzar la de Miguel de La Madrid (1982-1988), una nueva y distinta visión económica se difundió en la zona y se comenzó con la aplicación de un modelo neoliberal que, como primera medida, cortó los recursos a ejidatarios y agricultores. Ya sin apoyo, a los cultivadores sólo les quedaron las opciones de trabajar pidiendo prestado o de emigrar.

Y casi todos decidieron emigrar, dejando atrás una sociedad de mujeres y jóvenes, una generación entera, la de los 90, que creció sin figura paterna, con una libertad prácticamente total y sin saber como colmar la necesitad, típica de los adolescentes de inspirarse en modelos fuertes. Fue en este entonces –nos cuenta Tomás– que el narcotráfico, que siempre había estado presente en este territorio con la siembra de marihuana, se volvió imprescindible para las comunidades. Ante todo, desde un punto de vista económico, porque con su dinero se podía suplir la ausencia de recursos gubernamentales y luego, desde un punto de vista social, había llenado paulatinamente con nuevos códigos y “valores” el vacío dejado por los migrantes.

Tomás sabe de lo que está hablando, su compromiso con la sociedad de Buenavista y el análisis que nos presenta es probablemente el que él mismo hizo hace unos diez años, cuando tuvo la necesidad de entender la realidad a su alrededor para poder servir a su pueblo.

En su reconstrucción de los hechos, el siguiente viraje en este panorama se dio en 2001, cuando el ataque a la Torres Gemelas en Nueva York hizo que los controles en las fronteras de Estados Unidos se hicieran más fuertes y los laboratorios de producción de drogas sintéticas se movieran hacia Michoacán. El territorio entonces se volvió más estratégico y la necesitad de protegerlo llevó a los narcotraficantes a empezar a trabajar de una forma más organizada. En 2005 ya tenían el control de la seguridad pública y, con el tiempo, lograron obtener también la confianza de quien todavía no se había acercado por necesitad económica.

Ellos resolvían todos los conflictos internos a la comunidad, desde los más sencillos, como un pleito entre una pareja o una relación difícil entre un padre y su hijo, hasta los más complejos, como la regulación del corte de limón. Fue así que, estableciendo días para el corte, “alineando” a maridos infieles y asustando chamacos para que regresaran a casa a la hora establecida por sus padres, “esa gente” se ganó la confianza de la demás gente. Y donde ellos no pudieron, la guerra de Calderón pudo. Tomás comenta: «Los procesos electorales fueron contaminados desde 2007. Los efectivos presentes en el territorio eran más o menos los mismos que ahora, pero nadie les hacía caso. Había manifestaciones en contra de los federales y del ejército, manifestaciones promovidas por los mismos narcos, donde la gente se sumaba de una manera espontánea. Todos estaban en contra de la estrategia de Calderón».

Así, por un lado los ciudadanos no tenían ninguna consideración hacia las instituciones, y por el otro, el cártel iba ganando consensos, aprovechándose de los sentimientos del pueblo y, gracias a una imagen de poder y éxito social que funcionaba como señuelo, reclutando afiliados. En este sentido se da la creación del mito de San Nazario (que refiere a Nazario Moreno, ideólogo del narco en Michoacán), que se sirvió del perfil religioso de una población acostumbrada a rendirle culto a los santos, así como de la creación de una estructura de adoctrinamiento, con cursos y talleres de superación personal donde las personas incluso pagaban por asistir, con la finalidad de ser aceptados dentro de la organización y ganar el estatus de “instrumento para limpiar la sociedad”, con todo el poder que esto implicaba.

La verdad es que el culto a San Nazario sólo servía par dar veracidad a la supuesta muerte de “el más loco” y los talleres de superación personal eran una forma de observar y cooptar a quien tuviera alguna capacidad de liderazgo. Sin embargo los resultados de este lavado de cerebro colectivo con estructura piramidal –donde por el primer nivel era suficiente pagar tres mil pesos, pero para acceder al segundo ya se tenía que involucrar a diez personas en el mismo mecanismo– están bajo los ojos de todos. Los resultados son las sociedades actuales de Buenavista, Tecapaltepec y Apatzingán; revueltas, lastimadas, ansiosas de transformarse pero sin saber en qué, ni cómo, agradecidas con las autodefensas que las liberaron pero sospechosas de que se pueda caer otra vez en la misma dinámica maniquea de los que mandan y los que obedecen.

Cuando Tomás se calla, después de la serie de preguntas que dura dos horas, todos nos miramos en silencio. Él nos dirige un —¿algo más?— acompañado por la sonrisa de quien sabe que generará la pregunta —¿todavía hay más?— Y la respuesta es claramente sí, todavía hay mucho más. La estructura creada por “la empresa” en Tierra Caliente está allí. Las autodefensas están limpiando el territorio de las personas, pero no pueden o todavía no quieren, desmantelar su modelo económico y social. Un verdadero cambio en esta sociedad llevaría a consecuencias mucho más profundas de las que estamos observando, y tal vez serían incompatibles con las intenciones no sólo de quien está pensando apoderarse de este “vacío de poder”, sino también, con las de quien lo está manejando en este momento, porque la producción del fértil territorio de las zonas liberadas no nos parece que se haya parado hasta la fecha.

A caccia di Templari

Apatzingán, Michoacán. Miguel ha ventisei anni, ventidue dei quali passati negli Stati Uniti. Lo incontriamo di fronte al municipio di Buenavista Tomatlán, la sera del 28 febbraio, alla festa per l’anniversario del sollevamento in armi delle autodifese cittadine. L’organizzazione del leader locale, Simón el Americano, un altro figlio dell’emigrazione michoacana degli anni Novanta, non ha lasciato nulla al caso. I cantanti di corridos animano la piazza, ci sono tortillas e birria gratis per tutti e se non fosse per il cordone militarizzato che circonda gli astanti, Buenavista sembrerebbe tornata alla normalità.

Eppure qualcosa continua a stonare, questo misto di federali in assetto da guerra e cittadini col mitra al collo che vigilano sulla festa di paese non è “normalità”, anche se per chi ha vissuto anni sotto la repressione templaria ci somiglia molto. Dopo giorni passati in questa terra, Caliente di nome e di fatto, si smette di prestare attenzione a pistole, fucili, M16, AR15, AK47, tutta una serie di sigle e calibri che sul subito hanno un grande impatto, soprattutto visivo, e poi lasciano il posto a una disinvolta indifferenza, come se chiacchierare seduti sotto un albero con un uomo armato fino ai denti fosse consuetudine. In Michoacán, da un anno a questa parte, lo è.

Miguel, cappellino da baseball e tenuta da rapper, è qui con suo cugino, lo stesso con cui un paio d’anni fa ha fatto una scommessa via skype: “se prendete le armi e vi ribellate, torno”. Detto fatto, ora Miguel ci si avvicina per “raccontare alla stampa la sua storia”, il ritorno in Messico per liberare la sua terra, la sua personale “caccia ai Templari”. L’atmosfera di festa lo entusiasma, ci invita a esplorare con lui i dintorni di Apatzingán, per mostrarci gli obiettivi finora raggiunti.

I luoghi che menziona non sono completamente “liberati”, le autodifese vi sono entrate, vi hanno posto dei presidi e vi effettuano ronde regolari nel corso della giornata, però le proprietà del cartello nella zona sono molte e le colline che confinano col municipio di Arteaga sono tuttora una terra di confine, con le autodifese da una parte e i Templari dall’altra. Quattro giorni dopo, il pick up della pattuglia di Miguel passa a prenderci alla stazione degli autobus di Apatzingán, destinazione Ejido di Nueva Holanda.

La prima tappa di questo inaspettato “narco tour” è la Cappella funebre edificata di fronte alla presunta tomba di Nazario Moreno González, alias El Chayo o El más loco, leader e ideologo dei Cavalieri Templari santificato in seguito alla sua presunta morte avvenuta nel 2010. Il passato 9 marzo San Nazario è morto per la seconda volta, si dice quella definitiva, ma non potrà usufruire di questo luogo di culto già pronto perché ormai questa è “terra recuperata”.

I vetri della Cappella sono rotti, al suo interno solo un paio di vasi di fiori di plastica rovesciati. Nel terreno antistante si rincorrono trentun croci bianche, una accanto all’altra, nomi e soprannomi dipinti in corsivo quasi completamente sbiaditi, al centro la croce più alta, quella del Chayo. È difficile immaginare come doveva essere questo luogo quando i Templari se ne occupavano, quando vi svolgevano le loro funzioni pseudoreligiose e nessuno si azzardava a venire a verificare se e come i discepoli rendevano omaggio al loro “santo patrono”.

Quel che si può immaginare invece è come doveva essere una riunione d’affari, perché la seconda tappa è una casa di proprietà dello stesso Nazario Moreno e che serviva come base organizzativa. È una costruzione di dimensioni modeste che però comparata con le case di mattoni e lamiera circostanti sembra una reggia, con le sue colonne dipinte di verde e l’aria condizionata. Non vi è rimasto nulla di degno di nota, un quaderno scarabocchiato, un leggio, una tunica bianca con croce vermiglia e alcuni cappucci parte della “divisa cerimoniale” templaria che qualcuno ha tirato in un angolo. Però al muro è rimasta appesa una mappa con tracce di rotte disegnate e poi cancellate, ed è facile immaginare una riunione di narcos incappucciati che decidono come e dove muovere cosa, seduti nel fresco di una sala decorata con pacchiani stucchi corinzi, immersi nell’immobilità di un’aria torrida dove nessuno si azzarda ad aprire la porta di casa, sperando di non venire costretto a farlo. Viene naturale chiedersi se non ci si stia suggestionando, se quest’atmosfera da film non stia influendo sulla propria capacità di leggere gli eventi.

La risposta è no, la scena descritta, con tutta la sua carica surreale, non è poi tanto lontana da quelle cui si trovavano realmente di fronte gli abitanti di questa terra dove il sentimento sovrano era, ed è tuttora, il timore. I Cavalieri Templari davvero corredavano le loro attività delittive con un apparato scenografico fatto di tuniche, mantelli, spade e rituali di vario genere, il cui risultato era una struttura criminale ammantata di mistero, con affiliati che si credevano paladini armati dell’ordine sociale e un’ideologia che mischiava sacro e profano, culto della personalità di San Nazario e indottrinamento psicologico dei nuovi adepti. Gli abitanti di Nueva Holanda ora salutano le pattuglie delle autodifese di passaggio, ma ancora non varcano il confine del proprio patio, le strade continuano a essere deserte, nessun bambino che gioca, nessuna donna che stende, lava o cucina all’aperto.

La terza tappa è una collina poco lontana, dove Miguel e i suoi “compagni di caccia” hanno rinvenuto diversi beni di cui i Templari si sarebbero liberati dandosi alla fuga. Il pendio è cosparso di oggetti gettati alla rinfusa, borse di plastica contenenti caricatori vuoti, cellulari bruciati, note di conti. I tre armati aprono il cammino e rimangono attenti che gli unici movimenti sul monte siano i nostri. Rovistiamo tra i sassi, uno di noi trova la “ricevuta di pagamento” di un riscatto. È uno scenario che sembra costruito ad hoc, spontaneo chiedersi se esista l’eventualità che sia così. Però dovremmo supporre che per qualche ragione questi ragazzi abbiano deciso di montare, apposta per noi e in uno dei luoghi più pericolosi del Municipio di Apatzingán, un teatro curato nei minimi dettagli, con tanto di ritrovamento reperti. E questa possibilità appare improbabile almeno quanto ciò che stiamo vivendo appare irreale.

Sulla via del ritorno ci fermiamo a casa di Miguel, per un’intervista e perché possa mostrarci il pezzo più impressionante della “collezione templaria” finora rinvenuto: una spada costellata di simboli massonici e che reca i vuoti di quelle che dovevano essere pietre preziose incastonate. Una volta di fronte alla spada, nel patio della casa ancora in costruzione di questo ragazzo venuto da oltre frontiera a “combattere per un Messico migliore”, l’atmosfera di tensione improvvisamente crolla. Questi integranti delle Autodifese tornano ad essere quello che sono, ragazzi di vent’anni che riconoscono, a fianco dell’importanza di “ripulire il territorio dagli esponenti del cartello”, anche la follia dell’impresa in cui si sono lanciati.

È l’altro volto delle autodifese, quello di chi ha imbracciato le armi sull’onda dell’entusiasmo per poter finalmente rispondere al fuoco dei Templari ma non sembra avere una chiara percezione degli interessi in gioco, né economici né tanto meno politici. Seguono i movimenti dei loro leader in quello che si configura sempre più come un pantano di alleanze e scontri, con sullo sfondo la presenza interessata e minacciosa del governo. Si nutrono delle parole di incoraggiamento dei capi, sono gli esecutori materiali delle loro strategie ma non esprimono opinioni e il loro generico desiderio di vivere in pace cozza con l’evidenza dell’altra battaglia si sta svolgendo al fianco di quella armata, la battaglia per il controllo dell’impero economico dei Templari in cui il movimento delle autodifese ha creato un allettante vuoto di potere.

Negli ultimi due mesi nella regione di Tierra Caliente è successo tutto e il contrario di tutto. Hipólito Mora, leader della comunità di La Ruana è stato accusato da Simón el Americano, leader di un altro gruppo armato, di complicità nell’omicidio di due integranti delle Autodifese di Buenavista e arrestato. Il dottor Mireles, leader di Tecalpatepec e presidente del Consiglio delle Autodifese di Michoacán, percorre lo stato in cerca degli “ultimi templari”, rilasciando dichiarazioni contrastanti e accordando con il governo il disarmo del movimento, che dovrà avvenire entro il 10 di maggio. Gli integranti del movimento non hanno alcuna intenzione di consegnare gli unici mezzi che hanno per difendersi dalla vendetta dei Templati. Prevedere l’esito delle contrattazioni e degli accordi che si stanno stringendo in Michoacán è impossibile, l’unica cosa certa è che per tutti i Miguel che si stanno aggirando armati per lo stato la “caccia ai Templari” non è finita.