Las razones son las de siempre: la lucha continua en Michoacán

para Subversiones

En Cherán –el pueblo de la meseta p’urhépecha que fue el primero en enfrentar a un cártel del crimen organizado en Michoacán– los festejos para el tercer aniversario del levantamiento comenzaron desde el viernes 11 de abril y hasta el día 16, todavía no se habían terminado. Han sido días de música y fiesta, pero también de reflexión y memoria, con el recorrido de las fogatas y las denuncias de las mujeres que no nos permiten olvidar donde estamos y cómo se lograron estos resultados. A pesar de los rasgos de idealización que esta lucha empieza a tomar, en las palabras de algunos visitantes, Cherán nunca ha sido el paraíso, y sigue sin serlo: todos sus logros son el fruto de un trabajo incansable y de un esfuerzo constante de su población.

Cheran: un pueblo que lucha por la justicia y contra la impunidad
Cheran: un pueblo que lucha por la justicia y contra la impunidad

Sin embargo, saliendo del pueblo y agarrando la carretera rumbo a Uruapan, ya a la altura de Paracho es muy difícil resistir a la tentación de considerar esta comunidad, si no como el paraíso, por lo menos como una isla de paz en la tempestad michoacana.

Nuestro destino es la región de Tierra Caliente, el centro neurálgico de las autodefensas michoacanas. Para entender la importancia estratégica de la zona es suficiente recordar que lugares como Tepalcatepec, Buenavista Tomatlán, La Ruana, Apatzingán y La Huacana son los pueblos natales de personajes como Juan Manuel Mireles, Simón o El Americano, Hipólito Mora, el padre Gregorio López, Uriel y Juan José Farías, Estanislao Beltrán y Miguel Ángel Gallegos Godoy, entre otros. Aquí surgió el movimiento el 24 de febrero de 2013, aquí cambió su status por primera vez con los acuerdos de Tecalpatepec el 27 de enero de 2014 y un sentir común indica que aquí se podría acabar, el 10 de mayo de 2014. Esta es la fecha establecida por el gobierno para que los grupos de autodefensa entreguen las armas. Precisamente por eso estamos en camino, para escuchar la voz de los que desde hace más de un año están combatiendo el crimen organizado, logrando resultados que el gobierno no alcanzó en décadas de supuesta guerra contra el narcotráfico; ahora, el gobierno federal nuevamente, ve estos esfuerzos como una mera cuestión de uso de armas. La entrega de las armas amenaza con quitarles la única medida con la cual, no sólo siguen avanzando, sino con la cual conservan la vida.

Paracho, territorio no liberado
Paracho, territorio no liberado

Hay también otra razón por la cual decidimos recorrer esta carretera, había que pasar por los territorios que aún son inseguros: Paracho, Capacuaro y Uruapan; los pueblos que siguen, desde San Juan Nuevo hasta Apatzingán, resultan parte de los 20 municipios liberados o definidos como “abandonados” según un artículo publicado por Milenio el mismo día en que nosotros decidimos viajar. Que los retenes y las barricadas hayan quedado vacías mientras el doctor Mireles anuncia los acuerdos para un eventual desarme, no es una noticia cualquiera.

Llegando a San Juan Nuevo, la primera señal de que el pueblo está liberado no es la atmósfera de fiesta alrededor de los castillos del Señor de los Milagros sino la cantidad de efectivos de la policía federal que circulan por las calles al lado de las autodefensas. Esta será una constante: de la meseta p’urhépecha a Tierra Caliente, en los pueblos controlados por los comunitarios la presencia de la policía federal y del ejército es masiva; por el contrario, en los territorios que todavía quedan bajo el control del cártel no hemos encontrado a ningún funcionario de la seguridad pública. Allí los pueblos siguen vacíos, las tiendas cerradas, los muros anunciando conciertos de narcocorridos que nadie se ha atrevido a borrar. Frente a este panorama, es casi imposible no preguntarse cuál es el objetivo real del control gubernamental, si los Caballeros Templarios o el pueblo michoacano.

Los castillos de San Juan Nuevo
Los castillos de San Juan Nuevo

El movimiento sigue firme. Saliendo de San Juan Nuevo nos retienen y controlan en las barricadas de La Soledad, Aguacate Norte, Autolata, a la entrada y salida de Tancítaro, de Los Fresnos, Palo Picado, Pareo y Buenavista Tomatlán. Creíamos haber dejado las fogatas en Cherán, pero esta “gira nocturna” nos revela que el fuego de la resistencia arde en todo Michoacán, que la necesitad de seguridad sigue siendo muy fuerte y que las autodefensas siguen cumpliendo con un papel que ni siquiera les tocaría pero que asumen con ánimo y de una forma comunitaria.

A pesar que es ya muy tarde, en una de las barricadas del municipio de Tancítaro nos dedican el tiempo para una larga conversación que después de un reservado inicio se hace paulatinamente más relajada. El tema principal es el desarme, el tema está creando confusión y desconfianza no sólo hacía el gobierno que lo propuso sino también hacía el doctor Mireles quien lo está abordando. Quienes permitieron la entrevista se dicen dispuestos a conceder el beneficio de la duda para este plan, el cual, en una reunión del Consejo General se planteó también como una estrategia para legalizar las autodefensas y limpiarlas de los “arrepentidos” (aquellos que pertenecieron al crimen organizado pero que decidieron cambiar el rumbo de sus actos oportunamente). De hecho en las barricadas no se habla de desarme sino más bien de registro y legalidad. Sin embargo, hay muchos aspectos que no quedan claros, por ejemplo, de dónde viene la certeza de que los “arrepentidos” irán a registrarse como guardias rurales si ya saben que serán detectados y posiblemente detenidos; o como el estado piensa cumplir en menos de un mes con las condiciones establecidas por las autodefensas, es decir la liberación de los detenidos, el restablecimiento del Estado de derecho y la limpieza total de Michoacán.

Por primera vez escuchamos la noticia de la creación de otro cuerpo de policía, pagado por los productores de aguacate y por el municipio y conformado por 90 elementos, de los cuales 45 ya tienen una semana de capacitación. Una diferencia considerable, sobre todo en lo referente a la composición actual del movimiento, es que todos los comunitarios entrevistados no dudan en definir a las autodefensas como “pura gente del pueblo”, voluntaria, que invierte dinero propio para garantizar la seguridad de sus familiares.

 

Autodefensas Tancitaro
Autodefensas Tancitaro

“Todos somos gente del pueblo que cada día vamos a trabajar y que cuando le toca asume la tarea de estar en la barricada. No somos gente que se dedica nomás a esto, el día que nos toca vamos a cuidar y al otro día regresamos a nuestro trabajo, y quien no pueda manda a alguien que venga a cubrirlo, pagándole los gastos”. Gastos que, según nos cuentan en otra barricada, se acercan a los 700 pesos diarios, considerando gasolina, comida y el dinero que se pierde al no presentarse al trabajo. Sería interesante conocer el pago de este nuevo grupo armado que se supone entrará en servicio bajo el resguardo del plazo fijado para el 10 de mayo, aunque los comunitarios afirman desconocer toda información más detallada, cuándo y de qué manera entrará en funciones, cuál será su exacta naturaleza y si acompañará a los rurales o pretenderá sustituirlos.

Si este es el nivel de información proporcionado a los pueblos, es decir, la gente que a la una de la mañana cuida una barricada en medio de la nada, no asombra que todo el tema del desarme esté envuelto en la sospecha de que se trate sólo de una maniobra gubernamental para controlar un movimiento que empieza a tener una verdadera fuerza social y que supo enlazar comunidades indígenas y mestizas de las diferentes regiones del estado.

Este es otro punto: el discurso alrededor del desarme ha puesto otra vez la atención en las armas ocultando a las personas, como si la dicotomía legal-ilegal fuera más importante que vivos o muertos y, sobre todo, como si no se estuviera dando en Michoacán este proceso de reconstrucción del tejido comunitario el cual sigue siendo el respaldo más fuerte del movimiento de autodefensas.

Para quitarnos la duda de que las barricadas sean activas sólo por la noche y profundizar el tema, dos días después regresamos por la mañana. En todos los retenes que, desde Buenavista, suben hasta Tancítaro, somos recibidos por grupos de voluntarios que están pasando el viernes santo a lado de una carretera en vez de estar lado de sus familias. Sus rostros cubiertos confirman que la desconfianza ha vuelto entre esta gente que lleva recuerdos de muerte tan frescos y heridas tan profundas.

Hace apenas un año, en el arco de la entrada que hoy nos da la bienvenida a Limón de la Luna, se encontraron seis cuerpos colgados y entre ellos lo de una mujer embarazada, sobrina de un integrante de las autodefensas recién levantadas. Testimonios de la furia templaria, como este, los escuchamos tres veces en el lapso de tres horas, son los que nos hacen preguntar como podrán estas personas aceptar quedarse nuevamente indefensas en el caso que se reciba la orden de entrega de las armas. De hecho ellos dicen que no podrán.

Apo del Rosario
Apo del Rosario

A la entrada de Apo del Rosario, en la primera barricada que encontramos, los comunitarios al principio se negaron a hablar, sugiriendo que nos dirigíeramos al Concejo Ciudadano de Condembaro. Al fin contestan y hablan de un movimiento mucho más organizado, mucho más de base de lo que se está contando. En cada municipio hay un representante y en cada pueblo un comité, en cada comité se encuentran veinte grupos formados de veinte personas, más o menos, todos con su comandante y equipo. No es necesario hacer cuentas exactas para entender que estamos hablando de mucha gente, y toda con la misma postura: “aunque Mireles diga que sí, si el municipio de Tancítaro se niega no se las entregan, para que no vaya a empezar otra vez que se escuche que han levantado o desaparecido a tal persona”.

Son temores concretos los que están detrás del rechazo a este acuerdo, el pueblo se siente expuesto a la venganza del cártel y siente que en el caso de que se dieran nuevamente estas condiciones de inseguridad, los funcionarios públicos no estarían de su lado, razón por la cual tampoco quieren registrarse como guardias rurales. La confianza en una posible colaboración con el gobierno, situación que se respiró en estas tierras por un breve tiempo a principios de 2014, ha sido substituida por una prudente observación de los acontecimientos. Lo único en que no cabe duda es en que el movimiento no se va a parar: “Seguiremos con patrullas. Si este se hecha por abajo, uno desde adentro [de los pueblos] puede estar cuidando. Todo se mueve por los radios, puras esquinas, orillas, recorridos, si hay una camioneta desconocida, o si se mira gente armada, uno se entera por el radio y en un rato se mueve la gente”.

De hecho tuvimos la oportunidad de averiguar como “todo se mueve por el radio” cuando en la barricada siguiente encontramos un comunitario esperándonos con una lista de preguntas acerca de nuestra procedencia e intención. Superado el examen, y con la prohibición de grabar y fotografiar, los comentarios aquí se hacen más fuertes: “si el gobierno viene, se levanta todo Tancítaro con sus 82 comunidades […]porque no somos un grupito sino todo el pueblo y nadie está de acuerdo con la entrega de las armas. El gobierno necesita destruir todo Tancítaro para quitarnos las armas”.

El Comunitario Mayor de la barricada de Tancitaro
El Comunitario Mayor de la barricada de Tancitaro

Las razones son las de siempre: el hartazgo de llorar muertos, de buscar desaparecidos, de aguantar atropellos; el deseo de conducir una vida libre, la determinación a proteger sus propias familias para que “no vuelva a pasar que te levanten a tu hija y te la regresen en pedazos, aventándotela en los pies”. Los actos criminales de los Caballeros Templarios todavía no se han acabado en el estado, pero en los territorios liberados las palabras de las autodefensas ya suenan como un “nunca más”. Y a la indignación por la incapacidad del gobierno se suma la denuncia en contra de la policía federal, la cual no estaría dejando que el movimiento limpie la ciudad de Uruapan. “En el centro de Uruapan hay templarios, nosotros ya tenemos las casas ubicadas pero están resguardados por el mismo gobierno que no nos deja entrar. Dejaron pasar una marcha sin armas pero a nosotros sólo nos dejaron llegar hasta las orillas”.

Las denuncias siguen siendo las de siempre. Si al principio los entrevistados responden con cuidado, mostrando una postura casi conciliatoria, sus verdaderos sentimientos no tardan mucho en aflorar. La colusión del gobierno, el silencio pagado de la prensa, la complicidad de la seguridad pública han sido tan descarados en Michoacán que es impensable que la población cambie su visión de un día a otro. Lastimosamente no parece ser necesario, porque los comunitarios afirman que los únicos cambios que se han dado en el Estado son mérito de las Autodefensas, porque “el gobierno ni siquiera ha cumplido con las tareas más sencillas, como entregar ‘el alta’ a los que se han registrado, sino que se ha limitado a tomar nota de sus datos y del número serial de sus armas”.

Una vez más escuchamos a la población de Tierra Caliente denunciar que a pesar de los logros la lacra de la estructura templaria sigue intacta, intactos sus vínculos con la política y sus enlaces con la fuerza pública. El estado no está limpio, Tierra Caliente no está limpia. Al escuchar que el 10 de mayo se darán las condiciones de seguridad para que las autodefensas se retiren, a los comunitarios les parece escuchar una vez más el refrán de los últimos diez años, cuando “todo iba bien, pero luego uno se quedaba con el ojo cuadrado cuando venía por acá y veía cuerpos descabezados y descuartizados que aparecían en las calles”.

La cuestión del desarme tiene que ver con el control del movimiento y el intento de desprestigiarlo, mientras, por otro lado se dibuja la imagen de un Michoacán que no corresponde a la realidad. Las autodefensas esperan, observan y siguen en su trabajo. La mejor manera de vigilar que sigan bien no es atacarlas o desarmarlas sino cuidar de ellas.

Né cani né Templari. Intervista a Padre Gregorio López.

Apatzingán, Michoacán. Padre Goyo ci riceve ai tavoli di plastica di un ristorante di pesce, appena prima di prendere parte a quello che ha tutta l’aria di essere un pranzo d’affari. Siamo a un paio di isolati dal centro di Apatzingán, la “roccaforte” dei Cavalieri Templari la cui capitolazione è iniziata l’8 febbraio scorso, quando le “truppe” di autodifesa di Hipólito Mora sono entrate scortate dalla polizia federale.

Il sollevamento in armi della popolazione civile dello stato di Michoacán, nel Messico occidentale, non è notizia di oggi. Nel mese di giugno dell’anno scorso, da un rancho della città di Tecapaltepec, altro centro nevralgico della regione di Tierra Caliente, un uomo sulla cinquantina di nome José Manuel Mireles Valverde, seduto su una sedia di ferro e con un fucile a portata di mano, rilasciava un’intervista all’agenzia messicana di stampa indipendente SubVersiones. Per la prima volta, le ragioni dei gruppi armati denominatisi Autodefensas venivano spiegate dalla loro stessa voce, dopo che nei cinque mesi intercorsi dalla loro nascita si era soltanto speculato su chi fornisse a questi cittadini armi e denaro per condurre una guerra al crimine organizzato partita tutta dal basso. Per la prima volta si parlava delle decine di donne sequestrate, violentate e uccise, dei ragazzi decapitati, delle estorsioni e i sequestri che avevano portato la popolazione di intere città a ribellarsi ai narcotrafficanti perché, in ogni caso, non avrebbero avuto nulla da perdere. A un anno da quel sollevamento armato, le figure di rilievo del movimento non sono cambiate. E tra queste, nonostante i richiami della diocesi di Morelia e le minacce dei narcos, è ancora in prima linea Padre Gregorio López, la cui voce continua a tuonare nei registratori della stampa come nella navata della cattedrale.

“La società ne aveva abbastanza. Il cartello dei Cavalieri Templari è nato qui e qui è diventato un uragano, un tornado, ha smantellato tutto, la giustizia, la sovranità, l’educazione, l’economia. Se qualcuno doveva alzare la voce, questo qualcuno era la Chiesa, perchè se rimaneva qualcuno non colluso con questo cartello della morte era la Chiesa. E disgraziatamente colui che dovette alzare la voce fui io, indossai un giubbotto antiproiettile per attrarre l’attenzione dei media e del mondo e funzionò”.

Sono passati mesi da quando padre Goyo diceva messa col giubbotto antiproiettile e Apatzingán non si può ancora definire “liberata”. I pick up delle autodifese circolano a mo’ di ronda armata e si respira tensione. In un Messico patria della lentezza, qui tutti vanno di fretta. Nella marisquería Brisas del Mar, invece, l’atmosfera è quella dell’accordo e della ricostruzione. Il 3 marzo una moltitudine di civili ha occupato il municipio, esigendo l’allontanamento del presidente municipale Uriel Chávez Mendoza e ora al Consiglio delle Autodifese spetta il compito più difficile, la riorganizzazione sociale, politica ed economica del territorio. Dopo il rientro del dott. Mireles a Tepalcatepec, le riunioni tra i leader delle autodifese si svolgono quasi quotidianamente e Padre Goyo si muove in questo scenario politico delicato, tessendo relazioni per risolvere i problemi di una società di cui si sente “voce profetica”.

“Questa mattina ho partecipato a una riunione in cui ho chiesto che quattro aziende dello stato assumano ciascuna cento vedove, e ci sono 3100 bambini rimasti orfani per ciascuno dei quali voglio una borsa di studio, perché possano terminare le superiori. (…) Mi preoccupano i prigionieri arrestati ingiustamente, tutte le persone che sono finite in questo sottomondo e le trecento donne che mostrano la foto dei loro figli sequestrati e mai più ritrovati mentre il presidente municipale sa dove sono, perché fu lui ad ordinarne la cattura. Lui che era totalmente venduto ai narcos, che permise che la sua campagna elettorale fosse pagata dal cartello e per questo dovette lavorare per loro, avendo però libertà di scegliere tra le quattro opzioni che i criminali offrivano circa la vita dei sequestrati: liberarli, incarcerarli, lasciare che rimanessero desaparecidos o ucciderli. E di queste quattro possibilità non scelse mai quella della liberazione, era un Nerone che decideva della vita e della morte”.

Padre Goyo mette in chiaro che lui “parla duro”, che non ha intenzione di scendere a patti con i criminali e che intende continuare a unire alla veemenza della denuncia politica la solennità della condanna cristiana. Non risparmia nessuno, dalla sicurezza pubblica, esercito e polizia, che erano completamente infiltrati dai sicari del cartello, agli altri sacerdoti, che “sono dei codardi, hanno paura, sanno che è una questione politica e cercano solo il modo di accomodarsi”. Dice di avere una buona relazione con il Vaticano, di essere in contatto costante con Monsignor Becker e Monsignor Ladari, ed è convinto di essere nel giusto, di non aver mai commesso nessun illecito, nessun delitto, di muoversi all’interno del diritto canonico, di lottare a fianco dei suoi fedeli senza aver mai posseduto un’arma né minacciato nessuno. Ma “le armi sì, sono necessarie, necessarie e urgenti”, perché “come dice l’articolo 39 della Costituzione Messicana, quando lo Stato non sa compiere il proprio dovere, tocca ai cittadini organizzarsi, perché il vero potere sta nel popolo”.

L’analisi che padre Goyo fornisce della società michoacana in mano ai Templari è puntuale, chiara la dinamica con cui i narcos si inserirono nel tessuto sociale intaccando i quattro settori fondamentali della vita della popolazione, primo fra tutti la religione, con la creazione di una corrente new age mista a nichilismo nietzschiano chiamata Vida vidal e ispirata ai precetti di Nazario Moreno Gonzales, capo supremo del cartello dato per morto nel 2010 ma che sarebbe invece caduto il 9 marzo nel corso di un operativo federale. E poi l’economia, che il cartello riuscì a corrompere totalmente, la politica e la giustizia, con le elezioni comprate e il sistema giudiziario capillarmente infiltrato. Nelle parole del vicario, il cartello fu più di un’organizzazione criminale, fu un fenomeno sociale. E, come tale, nella società trova la chiave di lettura del suo successo: la disoccupazione, di cui il padre responsabilizza direttamente il governo e che ha costretto milioni di messicani all’emigrazione, ha allo stesso tempo obbligato chi è rimasto a prendere la strada del crimine, perché “la fame rende possibile qualunque conversione”. A nome di queste persone dice di parlare padre Goyo, che ha voluto “essere voce di coloro che non hanno voce, di avere coraggio anche per chi non ce l’ha”. E nei suoi occhi leggiamo effettivamente la volontà di ricostituire un ordine, a patto però, ci sembra di capire, che lui ne sia uno degli artefici. E finora lo è stato, almeno a livello mediatico, assieme ad altri leader dall’immagine forte come Mireles, Mora e Beltrán. Ma lo scenario michoacano cambia veloce e il crollo repentino della struttura templaria ha lasciato un vuoto di potere che è ancora in fase di assestamento, ed è difficile prevedere chi sarà travolto e chi salvato.

“Io continuo. E chi vuole seguirmi, prenda la sua croce e mi segua”. Così ci congeda, e passa al tavolo a fianco a stringere altre mani, che hanno l’aria di poterlo aiutare a vincere questa crociata in cui, ironia della storia, stavolta i Templari sono i nemici.

Una settimana esatta dopo quest’incontro con padre Goyo, il leader delle autodifese de La Ruana Hipólito Mora è stato arrestato per complicità nell’omicidio di due integranti delle autodifese capeggiate da Simón el Americano, altro leader originario de La Ruana ma operante principalmente in Buenavista Tomatlán. La mattina seguente all’arresto di Mora, il 12 marzo, padre Goyo ci ha inviato un messaggio denunciando l’assedio de La Ruana da parte delle truppe di Simón. Richiamato per avere dettagli, ci ha informati di non poter parlare perché in procinto di lasciare il paese. Da allora se ne sono perse le tracce.

El Tribunal Permanente de los Pueblos condena al Estado por “Violencia contra el maíz, la soberanía alimentaria y la autonomía”

El Tribunal Permanente de los Pueblos, instancia ética internacional fundada por Bertrand Russell y Jean Paul Sartre que desde hace casi 50 años reúne a jurados internacionales para sentenciar sobre la violación de los derechos de los pueblos, instaló en Octubre 2011 un Capítulo México en que el acusado principal es el Estado mexicano y la acusación general es titulada “Libre comercio, guerra sucia, impunidad y derechos de los pueblos”. En estos finales de noviembre, este mismo tribunal de conciencia sesionó en la Ciudad de México la primera audiencia sobre la “Violencia contra el maíz, la soberanía alimentaria y la autonomía” y su sentencia fue unánime: culpable.

Entre las conclusiones del jurado, cabe destacar la denuncia de la gravedad de los “riesgos ambientales, a la salud y económicos a que se somete al centro de origen global del maíz, así como a las bases del sustento de los pueblos que lo crearon y a la seguridad alimentaria mundial”; entre las recomendaciones, la prohibición de la experimentación, liberación y circulación de maíz transgénico en México y la reinstalación inmediata de la moratoria contra cualquier forma de liberación de maíz transgénico[1].

Lo que permitió la ratificación de esta primera sentencia fue sin dudas la presentación de los 145 casos de desvío de poder del Estado Mexicano que, en las palabras de Fernando Santillán, integrante del Espacio Estatal en Defensa del Maíz Nativo de Oaxaca, “viola de manera flagrante derechos individuales y colectivos reconocidos por la constitución política y por diferentes tratados internacionales, con la aplicación de políticas publicas de libre comercio y leyes privatizadoras, la autorización de siembra piloto, experimental y comercial de maíz transgénico, la contaminación de maíz nativo y el favorecimiento de los intereses a impresas internacionales”[2].

Gustavo Esteva, miembro del jurado internacional, subrayó este papel fundamental de la sociedad civil, escribiendo que “uno de los aspectos más interesantes fue apreciar la transformación de los protagonistas de los casos” y que “de la expresión vaga pero muy sentida de un malestar indefinible (…) se llegó ahora a presentaciones contundentes, rigurosas y eficaces de crímenes bien identificados, de sus consecuencias y de las acciones a seguir”[3].

Las exposiciones fueron de hecho realmente impactantes, especialmente la de Josefina Santiago Santiago que desde el Municipio de San José del Progreso, en el Distrito de Ocotlán, Estado de Oaxaca, trajo ejemplares de milpas deformes, evidencia tangible de la contaminación que David Quist y Ignacio Chapela, de la Universidad de California en Berkeley, están denunciando desde el septiembre de 2001, cuando descubrieron por primera vez la presencia de transgénicos en los campos de Oaxaca y Puebla[4].

Estos resultados, confirmados hace once años por el Instituto Nacional de Ecología y la Comisión Nacional para la Biodiversidad, junto con pruebas realizadas por grupos de trabajo como el ETC-México y la Red en Defensa del Maíz, son los que permiten ahora afirmar que no obstante la contaminación transgénica sea un hecho probado, “el gobierno mexicano ha incurrido en una serie de actos y omisiones desincentivando los sistemas indígenas y campesinos de producción agrícola, subscribiendo tratados y acuerdos internacionales, decretando leyes y reglamentos para el otorgamiento de permisos para siembra piloto y promoviendo la implementación de programas federales que ponen en peligro la semilla nativa, la soberanía alimentaria, la agricultura tradicional y la integridad de los pueblos”[5].

La referencia a la Cruzada Nacional contra el Hambre lanzada por el presidente Peña Nieto es evidente, una falsa medida de apoyo al pueblo mexicano que en cambio “refuerza la política de abertura a las empresas transnacionales como Nestlé, Pepsico y Walmart (…) y pretende privatizar los territorios indígenas reubicando forzadamente la población rural en nuevos centros urbanos”[6].

Enlazándose a este último punto, la investigadora del grupo ETC-México Verónica Villa evidenció en su ponencia como lo que subyace a la contaminación del maíz nativo sea “una estrategia para erradicar una producción campesina diversificada, porque una vez que se logre imponer el maíz industrial y transgénico, los pueblos que sustentan su gobierno y independencia real con un ciclo agrícola sano y que les permite tomar decisiones comunitarias, serán desnudados de su cultura, de su tejido social y de su autonomía, y se volverán en brazos a ofrecer en las maquiladoras o cultivos industriales”[7].

Los pueblos indígenas y campesinos son los depositarios de una sabiduría milenaria y una cosmovisión distinta del desarrollo económico transnacional. Sin embargo, la lucha en contra de los transgénicos va mucho más allá de una romántica contraposición entre dos maneras distintas de entender el mundo, es una lucha para la sobrevivencia alimentaria y no sólo de los campesinos mexicanos.

Otro punto muy impactante de la ponencia de Villa fue de hecho la posibilidad que frente al cambio climático y a las drásticas y rápidas modificaciones que afectaran los cultivos, la diversidad genética de los centros de origen y diversificación representarán una respuesta a la crisis de la productividad. De esta manera, la contaminación y el daño del maíz y de la forma de vida campesina que lo cría, se configuran como la destrucción de una solución a las consecuencias del cambio climático y, por ende, como un crimen histórico global. En este sentido, la científica señaló la corresponsabilidad por omisión de organismos internacionales como la FAO porque a pesar de reconocer la importancia de los centros de origen de los cultivos y de los derechos humanos de los agricultores, ha considerado que la contaminación con organismos genéticamente modificados en México, realizada con dolo y conciencia, es un problema nacional y no global.

A este propósito, Villa subrayó como esta contaminación no es un accidente sino una estrategia planificada, porque en el país donde se instrumentó la Revolución Verde “se sabe perfectamente que el maíz es un cultivo de polinización abierta y es imposible que no se conozcan los efectos de lo que se está haciendo”. La genética del maíz es un botín enorme y  constituye para quien la controla una fuente de ganancia casi infinita: es un negocio adicional para las empresas que detienen las patentes de las semillas[8], permite de explotar la planta para los usos mas diferentes (desde la producción de comida procesada hasta plástico hasta combustible) y convierte los pueblos que perdieron su soberanía en un ejercito de desempleados dependientes de lo que quieren ofrecerles los poderosos.

La gravedad de estas denuncias fue la motivación que llevó el jurado a formular una condena tan clara y perentoria, que exige del Estado mexicano la prohibición total de los transgénicos y el abandono del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y que, aunque no tenga efectos legales, está destinada a tener un fuerte impacto y configurarse como un llamado a la opinión pública nacional e internacional para romper la invisibilidad impuesta sobre México.

El proceso del Tribunal Permanente de los Pueblos Capítulo México continuará durante el 2014, con otras audiencias temáticas y la audiencia final a finales del año. Como dijo Gustavo Esteva, “lo que se realizó esta semana es sólo la punta del iceberg”.


[1] “Tribunal internacional condena al Estado por devastación ambiental, destrucción del maíz y la soberanía alimentaria y represión social en México”, Tribunal Permanente de los Pueblos – Capítulo México, 25 noviembre 2013, disponible en línea en http://www.tppmexico.org/tribunal-internacional-condena-al-estado-por-devastacion-ambiental-destruccion-del-maiz-y-la-soberania-alimentaria-y-represion-social-en-mexico/

[2] “Contaminación de las variedades campesinas con maíz transgénico. Historia y agravios”, Ponencia frente al Tribunal Permanente de los Pueblos de Fernando Santillán A., Comunidad Zapoteca de la Sierra Norte de Oaxaca, 20 noviembre 2013.

[3] Gustavo esteva, Culpables, La Jornada, 25 noviembre 2013, disponible en línea en http://www.jornada.unam.mx/2013/11/25/opinion/021a2pol

[4] Grupo ETC-México, El año de la gran contaminación, disponible en línea en http://www.etcgroup.org/es/content/el-a%C3%B1o-de-la-gran-contaminaci%C3%B3n

[5] “Contaminación de las variedades campesinas con maíz transgénico. Historia y agravios”, cit.

[6] Ibid.

[7] “Contexto corporativo de la contaminación transgénica. Acción y omisión de instancias internacionales”, Ponencia frente al Tribunal Permanente de los Pueblos de Verónica Villa, Grupo ETC-México, 20 noviembre 2013.

[8] Villa presentó las cifras de la ganancia de Monsanto, sólo en Estado Unidos, según las cuentas hasta diciembre de 2012: más de 23 millones de dólares en 142 juicios para infracción de patentes en casos de contaminación transgénica contra 410 agricultores y 56 pequeñas empresas agrícolas, sin contar los arreglos afuera de juicio que se estiman en más 200 millones de dólares

Escuelita Zapatista

IMG_2559per Erodoto108 – Caracol de Morelia, Chiapas (Messico)

Arriviamo a Morelia a notte fonda, la carovana ha tardato, ci siamo fermati molte volte nel corso del viaggio. I votán ci aspettano all’entrata del Caracol, ordinati in due file, a sinistra gli uomini, a destra le donne. Uno per volta passiamo al banco della registrazione, “nome cognome provenienza, questa è la tua guardiana, si prenderà cura di te”. Mi sporgo alle spalle della donna che mi precede per sbirciare chi mi tocca in sorte, incontro gli occhi di una ragazzina con un paliacate azzurro e un figlio appeso al collo, che sbircia alle spalle della donna che la precede chi le tocca in sorte.

Esmeralda ha ventitrè anni, è sposata da dieci e ha “solo” quattro figli perché con il marito ha deciso di non avere una famiglia numerosa, per non rischiare di non poterla mantenere. Il giorno che affrontiamo questo discorso resto in silenzio, ad ascoltare quella che per Esmeralda è una pianificazione familiare e per me la metà di una squadra di calcio. Saranno molte le volte che rimarrò muta alle sue affermazioni, cercando di pensare come lei pensa, di vedere come lei vede. Forse avrei dovuto parlare, spiegare anche a lei perché non voglio dei figli, perché non vivo a fianco a mia madre, perché sono finita nella sua terra, nella sua casa, nella sua vita. E invece taccio, e me ne vado senza la minima idea di cosa sia rimasto di me alla comunità 7 de Enero, se qualcosa è rimasto.

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La sveglia del primo giorno di scuola suona all’alba, i nostri orologi arrancano inseguendo quelli del fronte, che corrono due ore in avanti. Qui anche l’orario è una forma di resistenza, un modo di difendersi da uno stato che vuol dominare anche il tempo. In Europa nemmeno ci facciamo più caso, qualcuno ha deciso che le giornate erano corte, che bisognava allungarle, e da allora tutti saltiamo dall’ora solare a quella legale senza battere ciglio. In Messico no, in Messico ci sono posti dove il tempo non va né avanti né indietro ma tiene il suo ritmo costante, indifferente alle lancette appese alle pareti degli uffici pubblici. In questo tempo ci muoviamo, seguendo una “tabella di marcia” che tiene conto di tutto, dalla sicurezza agli svaghi. Si sono organizzati bene, gli zapatisti, sono stati capaci di non lasciare nulla al caso e di farlo in modo spontaneo. Hanno molto da dire, scalpitano per raccontare, condividere, rispondere, la lezione plenaria a cui assistiamo fa apparire sbrigativo un discorso di Fidel Castro. La partenza alla volta delle comunità, prevista per il pomeriggio, non avviene prima di notte.La Escuelita zapatista non è stata un evento mediatico, un’iniziativa propagandistica e nemmeno un impegno politico. Quello semmai viene adesso, che le “lezioni” sono finite e siamo stati rispediti a casa con la consegna di diffondere ciò che abbiamo visto, ascoltato e vissuto. La Escuelita zapatista è stata piuttosto una gigantesca intromissione, seppur con invito, nell’intimità dell’EZLN, un’iniezione di corpi estranei effettuata, dietro ricetta medica, nelle vene di una delle organizzazioni più interessanti, sperimentali e innovative del secolo precedente, che non smette di sorprendere, avanzare e mutare in quello attuale. Vorrei aver raccolto la testimonianza degli altri milleseicentonovantanove alunni, ne sarebbero probabilmente uscite milleseicentonovantanove versioni diverse.

L’ejido 7 de enero è una manciata di case lanciata in un verdestagionepioggia. Si chiama così in onore ai caduti di Morelia che persero la vita in questa data, nel 1994, nel corso dell’insurrezione armata che permise il recupero di questa e altre terre, e che svelò al mondo l’esistenza dell’EZLN. I suoi abitanti sono cresciuti nel Caracol centrale e in seguito si sono spostati per creare la loro famiglia e comunità. Hanno costruito la scuola, la cappella/sala riunioni, la sala del promotore di salute, un alimentari. Hanno avviato progetti collettivi di allevamento di bestiame, coltivazione del caffé, produzione di miele, sartoria e ricamo. Le giornate cominciano alle quatttro del mattino, la legna si taglia nel bosco, l’acqua si prende al pozzo, mais, fagioli e zucchine si raccolgono nella milpa.

IMG_2582Il piano di studio prevede che ogni allievo venga accolto, col suo guardiano, in una famiglia della comunità, per assistere a tre giorni di lezioni pratiche e teoriche. Il breve incontro di benvenuto che teniamo nella sala riunioni mi conferma che, al di là del clima festoso che pervade le classi della Escuelita, questo non è un gioco, che tutto quello che è avvenuto finora e che avverrà nei prossimi giorni è stato attentamente pianificato, che gli zapatisti sanno quello che stanno facendo. L’unica variabile che non potranno controllare saranno le emozioni, e anche questo me lo conferma la riunione di benvenuto perché, sconosciuta tra sconosciuti, in una terra recuperata del Caracol di Morelia, alla luce di torce e candele, inaspettatamente mi emoziono. E non sono l’unica, una carica emotiva corre in tutti i racconti che ho ascoltato finora, a prescindere dallo spirito con cui si è affrontata quest’esperienza e dallo sguardo che le si è rivolto. Questo è uno dei miracoli dell’Escuelita, non tanto che gli zapatisti siano riusciti a convocare e accogliere millesettecento persone quanto piuttosto che siano riusciti, per un motivo o un’altro, a emozionare ciascuna di loro. Molti se ne sono andati ringraziando, benedicendo, promettendo, alcuni perfino spiegando. Altri hanno lasciato che un po’ d’inquietudine s’infiltrasse nei loro ringraziamenti, benedizioni e promesse. Pochi hanno ammesso di continuare a ignorare il significato ultimo dell’Escuelita, nonostante i comunicati pubblicati, i libri letti e le spiegazioni date.

La versione ufficiale del perché è stata organizzata l’Escuelita ha a che vedere con la condivisione e diffusione dei progressi dell’autonomia zapatista. E, in effetti, il livello di organizzazione raggiunto in questi dieci anni di vita dei Caracol è impressionante. E per essere sicuri che rimanessimo impressionati, al momento della registrazione ci hanno consegnato anche quattro libri, che abbiamo dovuto leggere scrupolosamente nel corso della settimana, e che trattano di governo autonomo, resistenza autonoma, partecipazione delle donne. Chi da sempre segue il movimento e già conosceva le comunità non smette di congratularsi per i traguardi raggiunti, chi dell’EZLN aveva solo sentito parlare si sorprende nello scoprire che tutto questo lavoro è stato fatto da contadini, falegnami, maestri delle elementari, erboristi e ostetriche, e non da intellettuali incappucciati col mitra a tracolla. O almeno, non solo.

Ma liberarsi dell’ombra di Marcos è impossibile, e la domanda se l’EZLN sarebbe quello che è senza di lui continua a non trovare risposta. Forse non vale nemmeno la pena di porsela, questa domanda, come non vale la pena dietrologizzare troppo sul perché alcune migliaia di indigeni chiapanechi abbiano deciso di aprire le porte di casa loro a degli sconosciuti in cerca di “modelli di vita alternativi”, dopo che da anni, seppur percuotendosi coscientemente il petto, usufruiscono dei benefici di uno sfruttamento che riguarda tutti i popoli originari, e quindi, anche gli zapatisti. La tentazione di chiederselo però è forte, perché forte è la consapevolezza tra le fila dell’EZLN che gran parte delle persone invitate vivono nell’abbondanza grazie ad altri che vivono nella privazione, e che si tratti di messicani sfruttati nelle piantagioni di caffé, di peruviani sottopagati nella produzione dell’organica quinoa o di congolesi che muoiono nelle miniere di diamanti fa poca differenza. Come non fa differenza che gli zapatisti sappiano o no ubicare Perù o Congo su una mappa, perché quel che contestano è un sistema-mondo, una contestazione che non a tutti gli alunni dell’Escuelita sembrava essere chiara, mentre pontificavano, cellulare ultimo modello alla mano, sull’elevato costo delle verdure biologiche.

knoll_4Ma gli zapatisti dicono che “un altro mondo è possibile”, dicono che accettano anche chi viene da questo mondo di sfruttati/sfruttanti perché nell’esclusione siamo tutti uguali. Eppure, anche quando quell’esclusione la si vive sulla propria pelle, è difficile pensare che siamo davvero tutti uguali. La sofferenza è una per tutti, ma l’isolamento di un europeo che decide liberamente di trasferirsi in una delle ex-colonie più impattate dall’imperialismo per “vivere in un altro mondo possibile” non è uguale all’isolamento di un messicano che per sopravvivere emigra negli Stati Uniti, dove viene perseguitato, discriminato, criminalizzato e se trovato espulso. Assumere la contraddizione che soggiace al “siamo tutti uguali” non è sforzo da poco. E pare che gli zapatisti l’abbiano fatto, nonostante tra le motivazioni dell’Escuelita probabilmente ve ne siano alcune legate anche al “rilancio” dell’EZLN, che per poter mantenere questa sua autonomia ha bisogno del supporto internazionale. Supporto però, non carità. E anche per questo forse l’organizzazione lavora tanto duramente, e invita i suoi sostenitori a conoscere i frutti di questo lavoro, restituendo alla parte di mondo che l’aiuta ciò di cui ha più bisogno, e che non può comprare. La speranza.

Los excluidos de los excluidos

smileSan Juan la Laguna, Sololá (Guatemala) – Situado en una orilla del sagrado Lago di Atitlán, uno de los lugares más conocidos de Guatemala, San Juan la Laguna ha sido por algunas misteriosas razones ahorrado por la horda de turistas que en cambio invade cada día los pueblos cercanos. La vida de esta comunidad indígena Maya Tz’utujiles pasa simple y tranquila, los pobladores dedicándose al cultivo del maíz y a la pesca y los únicos visitantes siendo los turistas que se equivocan de parada o que deciden salir de su “ruta Lonely Planet” para darse cuenta muy rápido que la guía tenía razón, no hay nada especial aquí. Sin embargo pero esto no es cierto para quien esté interesado en conocer un poco más de la realidad del país que está visitando: efectivamente hay algo muy especial aquí, un lugar llamado Centro Maya, donde voluntarios internacionales, operadores sanitarios profesionales y padres cuidados atienden y cuidan niños y adultos con discapacidades. Aura Leticia Mendoza, directora del Centro, madre de un niño afectado por la síndrome de Lejeune, nos recibe y explica que este es uno de los pocos lugares en el país enteramente dedicado no sólo a la cura de las discapacidades a través de varias actividades como musicoterapia o terapia con animales, sino también a la inserción laboral y social de los jóvenes usuarios. De hecho, a pesar que Guatemala ratificó la convención ONU sobre los derechos de las personas con discapacidades y no obstante de un cuadro normativo predispuesto a la promoción de la integración de las personas con discapacidades[1], los que sufren de una forma de discapacidad física o síquica siguen viviendo a margen de la sociedad, la mayoría de las veces en un contexto de pobreza y exclusión que afecta también su comunidad de pertenencia.

Guatemala, con una población de 14.757.300 habitantes, es el país más grande de la región centroamericana y ocupando la posición 131 de 187 en el Índice de Desarrollo Humano 2012 es también uno de los más pobres. Los Acuerdos de Paz de 1996, que pusieron fin a treinta años de guerra civil y establecieron objetivos y políticas públicas para el desarrollo humano, económico y social, siguen incumplidos. El aumento demográfico de los últimos años ha perpetuado una situación de desigualdad económica y social, con un 62 por ciento de la población que vive en estado de pobreza y un 30 por ciento de pobreza extrema, números que se hacen más impresionantes si relacionados con la categoría más marginada, los indígenas de las comunidades Maya, donde el porcentaje de pobreza es del 83 por ciento y el de pobreza extrema del 47. Las instituciones estatales se encuentran débiles y falta la voluntad política para empezar un verdadero proceso de reconciliación nacional e inclusión social.

La ENDIS 2005, primera (y única) Encuesta Nacional de Discapacidad, revela que en Guatemala alrededor del 4 por ciento de la población padecía de una cualquier forma de discapacidad. La directora del Centro Maya nos informa que a la fecha este porcentaje ha subido hasta el 10 por ciento mientras lo que no ha subido es la renta mensual de las familias de estas personas: casi la mitad permanece en un estado de pobreza, ganando poco más de 28 dólares mensuales. Además, el 50 por ciento de las personas con discapacidades sigue siendo analfabeta, hecho que se traduce en una inserción en el mundo laboral muy limitada (apenas el 0,4 por ciento del total de la población guatemalteca) y en la dependencia constante de sus familias. Las oportunidades de trabajo son negadas por falta de conocimientos en el manejo de las discapacidades mismas o porque las personas no cumplen con las características estéticas para una buena presentación de la empresa. La condición de discapacidad sigue muy estigmatizada y la dificultad en acceder a los servicios médicos, causada por la inexistencia o desconocimiento de los programas asistenciales o por el elevado costo de los mismos, exacerba una situación ya de por si muy difícil. A pesar que Guatemala sea parte del Consejo de Ministros de Salud de Centro América y que por eso haya acceso a medicamentos regionales a bajo costo, de hecho, no existen hasta la fecha programas de compra de estos productos y el presupuesto asignado al sistema de salud por el gobierno del general Pérez Molina es del 1,21 por ciento del producto interno bruto, muy insuficiente para cubrir las necesidades de la población[2]. Además sólo los que trabajan en la pública administración tienen derecho al seguro público y, también en este caso, trasladar a niños o adultos no autosuficientes hasta los hospitales es un esfuerzo (físico y económico) que no todas las familias pueden afrontar, sobre todo si residen en las áreas rurales, como la Región Sur-Occidental, donde se encuentra la incidencia más alta de casos de discapacidades.

En el departamento de Sololá, al que pertenece San Juan la Laguna, los indígenas Maya de etnias Quichés, Cakchiqueles y Tz’utujiles sufren una tasa de pobreza del 77 por ciento y de pobreza extrema del 22 y el único presidio sanitario público es el hospital de Sololá, difícilmente accesible y carente de los más elementares medicamentos. En esta región, la mayoría de los partos se da en casa, en condiciones higiénico-sanitarias muy precarias y a veces sin tampoco contar con la asistencia de una partera, así que los accidentes son muy frecuentes. Además, la tasa de mujeres que efectúan exámenes diagnósticos prenatales es muy bajo mientras se encuentra muy alto el número de uniones entre consanguíneos. Sumando estos factores a las escasas posibilidades de curas peri y post natales, y a la imposibilidad de conseguir medicamentos para patologías específicas como por ejemplo la epilepsia, es evidente porque el número de niños, y luego de adultos, con discapacidades físicas o mentales sea tan elevado. E igual porque la presencia del Centro Maya en San Juan la Laguna sea tan importante.

Los estereotipos y prejuicios siguen siendo muy radicados y la marginalización es al orden del día. Los datos de la ENDIS destacan que la participación social de estas personas en actividades públicas como lugares religiosos, recreativos, turísticos o deportivos es limitada al 20 por ciento, pero al Centro Maya se estima que sea aunque inferior. Desde 2011 un nuevo proyecto, llamado Alma de Colores y llevado a cabo con la cooperación de la organización no gubernamental COE, intenta responder a estas necesidades con la creación de un laboratorio de terapia ocupacional donde se producen artesanías con materiales reciclados y naturales y pan hecho con masa madre. Aunque los coordinadores del proyecto lo consideren todavía insuficiente para satisfacer a las necesidades de orientación en un camino de inserción laboral y formación especifica, desde un punto de vista exterior esta iniciativa constituye por lo menos un intento de dignificación de la vida de estas personas que, adentro de familias indigentes y numerosas, en comunidades indígenas marginadas y en la total ausencia de apoyo por parte del Estado, se encuentran en la condición de excluidos de los excluidos.


[1] Por ejemplo la ley 135/96 promueve la educación para las personas con discapacidades e invita las autoridades educativas a adecuar las estructuras escolares para proveer servicios asistenciales y didácticos.

[2] Fuente: Prensa Libre, “Gestión de Otto Pérez: más retos que logros”, disponible en línea en http://www.prensalibre.com/noticias/politica/retos-logros_0_955704453.html